La clave es cruzarnos de destinos, y no de brazos.
Que nada externo decida.
Escalar la valentía y explorar las profundidades de su cueva.
Desnudar nuestros miedos y fundar nuestras almas.
Delirar en los desiertos de dudas y
explorar los oasis de nuestros sueños, al fin y al cabo
están hechos del mismo material que nosotros, o eso decía Shakespeare.
Proyectar el sol en una vela, que nos ciegue y exaltar otros sentidos.
Haciendo caso al amor, nos tocamos a ciegas.
Ser uno, solo de vez en cuando, pero que sea eterno.