lunes, 20 de octubre de 2014

Edén






El rastro de tu pelo en mi almohada se evapora,

cansado y mareado de dar vueltas en mis pensamientos.


Intento retenerlo, escalar por él aferrándome a la vida, 

con la esperanza de que en la cima tu conciencia combatirá conmigo tus miedos y peros; 

pero otra vez me aparta, arrojándome al vacío. 

Y, sin alas, vuelvo a estrellar contra el ruidoso silencio de mi cama cada noche. 



Ella es testigo como yo de la utopía de sus ojos, 

que amenazaban al cielo con despojarle toda belleza.



Ella sufre más que yo, ya que yo te quiero pero ella nos quería queriéndonos.


"No puede ser que nos encontráramos para no poder ser"


Parece ser que el mundo ha continuado siendo, 

aunque el sol, celoso, ya no quiere calentar. 


Reuní escombros en los que hago de reina, 

tratando de reconstruir con recuerdos que se empeñan en seguir

torturando un alma que dejó de sentir. 


Un cuerpo que aunque anhela el oxígeno, está muerto en vida.


 
Sólo hay caras sin rostro a mi alrededor,

aunque quizás es mi forma de mirar sin ver. 


Es cierto, dejé de ver, 

pero cómo olvidar el don de la vista quien una vez lo tuvo, 

y vivía en el Edén.







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